Agustín Ibarrola, naturalmente, el Pintor de Bosque de Oma presenta, a sus 90 años, en la Sala Rekalde una exposición que centra la atención sobre la relación fundamental establecida entre el arte y la naturaleza en su obra. Con esta obra se homenaje y reconocimiento al artista nacido en Bilbao, el 18 de agosto de 1930, Agustín Ibarrola representa un compromiso firme con el arte a través de la diversidad de actuaciones y de una trayectoria ampliamente desarrollada en la que el vínculo con lo natural es algo imprescindible.
La exposición podrá verse hasta el día 21 de julio de 2021.
Una de las características fundamentales en el trabajo de Agustín Ibarrola es la vinculación con el entorno en el que desarrolla su actividad artística.
No solo el entorno físico sino también el emocional. Desde sus comienzos, el tránsito entre el naturalismo descriptivo y la anotación discursiva, entre la figuración expresionista y la abstracción analítica, ha sido constante.
No son tendencias contrapuestas, son una manera de entender la diversidad en el arte y en la vida. A través de su compromiso social y político y sus vivencias con las vanguardias históricas, desde su pertenencia a Estampa Popular y Equipo 57, ha ido definiendo una identidad compleja y plural que huye de cualquier clasificación o estratificación.
Sus obras de pequeño o gran formato, cuadros o esculturas, series de grabados, la investigación con todo tipo de materiales y el permanente trasvase multidisciplinar, ha configurado un auténtico laboratorio de ideas, lenguajes y expresiones propias con las que ha ido nutriendo toda su producción artística. Ese marcado carácter heterogéneo es precisamente, el que le ha permitido abordar proyectos que trascienden las rígidas fronteras de los estilos y las tendencias.
Proyectos como El Bosque pintado en Oma (1982-2003), las desaparecidas Piedras Pintadas en las dolinas de Tremoia en Gautegiz-Arteaga (1993), la intervención Piedras y Árboles en Allariz (Ourense, 1999), Los Cubos de la Memoria en el puerto de Llanes (Asturias, 2001-2006), la instalación con más de ochenta traviesas policromadas y talladas en lo alto de la Colina de carbón Prosper Haniel-Ruhr en Bottrop (Alemania, 2002) o las Piedras Pintadas en Garoza (Muñogalindo, Ávila, 2005-2009), son obras que trascienden el hecho pictórico y escultórico para constituirse en auténticas experiencias estéticas.
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