Mercedes Aguirre Lipperheide es doctora en biología, experta en salud y nutrición. Más en concreto en suplementación. Es, además, Directora de I+D de NUA, empresa de suplementos nutricionales, líder en suplementos de OMEGA-3. Su amplia trayectoria y experiencia le han permitido escribir ya tres libros sobre salud y nutrición. El tercero, “Conocer y alimentar el cerebro de nuestros hijos”, acaba de salir a la venta. El próximo sábado 20 de febrero a las 19:00 acude al BEC para hablar de ello en Expo Baby & Kids.
Su tercer libro “Conocer y alimentar el cerebro de nuestros hijos” se presenta en la Expobaby&Kids. ¿Qué puede esperar aquel que vaya a escucharla? Básicamente voy a darles unas pinceladas del libro. Por un lado, van a aprender lo importante que es cuidar la alimentación de un niño para el desarrollo emocional y cognitivo de éste. Y por otro, van a saber cómo ese desarrollo del niño también requiere que madure adecuadamente en los primeros años de vida. Esos años, en los que solo nos preocupamos del bienestar físico, pasamos por alto el bienestar emocional, y ese es un grave error. Si tomamos ciertas acciones preventivas muy sencillas y nada costosas nos podemos ahorrar muchos quebraderos de cabeza cuando ese niño vaya al colegio.
¿Qué debemos entender cuando habla de madurar adecuadamente en los primeros años de vida? Suponte que nuestro cerebro es una casa de tres pisos. Una planta baja, una intermedia y una última. Cuando nacemos, nacemos con los tres pisos, pero desde el vientre materno solo está activado el piso bajo, el que es el cerebro primitivo. Ahí es donde radican los comportamientos de supervivencia, los comportamientos que traemos ya de serie. A los seis meses de vida esos instintos tienen que ir apagándose, y de ahí pasamos al nivel intermedio de la casa. Ahí es donde radican las emociones y los sentidos. Durante los próximos años, hasta los cuatro o cinco, va amueblando ese segundo piso descubriendo colores, texturas, sabores… Y a partir de los seis años entra en juego el tercer piso, que es con el que funcionamos en el colegio. Ahí está la capacidad de raciocinio, de abstracción, de concentración… Y para que funcione bien el tercer piso la cimentación del primero y del segundo tiene que estar bien.
Y ese sería el nivel consciente, al que solemos prestar más atención Así es. El tercer piso es el nivel consciente, la punta del iceberg. El primero y segundo son los inconscientes, que serían la parte del iceberg que está debajo del agua y que no vemos. Muchos problemas de comportamiento y aprendizaje han nacido en ese plano inconsciente, y eso no entiende de lógica. Tu puedes invertir mucho tiempo y dinero en clases de apoyo para que una persona le explique al niño cosas en el plano consciente, pero el idioma que hay que hablarle al piso uno y dos es físico, no consciente.
¿Puede funcionar correctamente la tercera planta sin un adecuado desarrollo de las dos primeras? Si hay una inmadurez cuyo origen es de la primera y segunda planta, el tercero siempre va a funcionar mal. Hay que volver atrás, revisar la primera y segunda planta, y si algo no ha quedado como debiera, resetearlo.
¿Qué ocurre si no te das cuenta a tiempo? ¿Tiene solución? Este ejercicio se puede hacer a cualquier edad, pero normalmente a uno le preocupa más cuando el niño es pequeño, empieza las clases y ves que tiene problemas. En los primero seis años estamos preocupados porque el niño esté sano físicamente, pero no le llevamos a ningún especialista a que le mire el cerebro. En esos primeros años se le quita importancia a los comportamientos raros o diferentes que podemos ver, pero cuando empiezan a clase vienen los problemas y nos asustamos.
Entonces lo ideal es prevenirlo Eso es. Igual que llevas al niño al pediatra, ¿por qué no llevarle una vez al año a un profesional que en paralelo mire cómo le está madurando el cerebro? Así, si no se le ha integrado algún reflejo, te mandan unos ejercicios que puedes hacer con tu hijo en casa y así se para. De la forma más sencilla se pueden poner soluciones antes de empezar el colegio y tener ya un problema declarado.
¿Qué tipo de comportamientos deberían hacer que nos salten las alarmas? Piernas inquietas, sensibilidad al tacto, dificultad para hacer amigos, que no les gusten los deportes de contacto, que sean miedosos… tu ves estos comportamientos y les excusas, no te paras a pensar que hay alguna parte del cerebro del primer o segundo plano que no ha madurado correctamente. Hay muchas cosas que vemos como manías o rasgos de su personalidad que en realidad son mensajes que nos están mandado, un aviso de que algo no ha madurado bien en esos primeros años.
Pero también habrá una parte de genética… Claro, una persona cuando nace, de serie, viene con un cerebro con un cociente intelectual, el que le ha tocado por genética. Si lo comparamos con un coche ese sería el motor. La idea es, que tengamos el motor que tengamos lleguemos a nuestra máxima potencia. Si mi máximo es 180 llegar a ese 180, por ejemplo. Para eso tienes que sustentarte en cuatro ruedas que estén bien hinchadas y dibujadas. Si una falla, da igual lo bien que estén el resto, el coche no llegará a su máxima potencia.
¿Y cuáles serían esas ruedas? Una de ellas sería la visión. Un 70% de la información que recibimos es visual. Y no me refiero a que si no veo me pongan gafas, hay que diferenciar ver, de entender lo que veo. Mi cerebro tiene que decodificar ese mensaje, y hay niños a los que esa zona del cerebro no le ha madurado correctamente y por lo tanto no es capaz de procesar la información. Otra rueda sería la audición, ya que el 15% de la información la recibimos por esa vía. Después está también la motricidad, esencial para leer, escribir, o hacer matemáticas. Y la cuarta rueda sería la alimentación.
Ahí es donde entra el OMEGA-3 Eso es. Aunque antes de seguir debemos diferenciar dos tipos de OMEGA-3, el DHA y el EPA. Durante los primeros seis años de vida el DHA es super importante, ya que es la segunda grasa más importante del cerebro. Muchos niños que tienen problemas de aprendizaje y de comportamiento tienen esa carencia. Estudios han demostrado que niños con esos problemas tienen menos cantidad de DHA que niños sin esos problemas. Eso fue precisamente lo que motivó a suplementar a esos niños con DHA.
¿Cuáles son los beneficios del DHA? La EPSA, que es quien se encarga de regular los alimentos y suplementos en Europa, ha aprobado que el DHA contribuye al desarrollo visual infantil, a la obtención de una visión normal, a un funcionamiento cerebral normal, a una función cardiaca normal y a un desarrollo cerebral normal. Eso sí, hay que saber qué tomar y cómo hacerlo, y eso es precisamente lo que explico en el libro.