Mercedes Rodríguez, directora de Bilbao Turismo. Nació en Portugalete en el 64, a la vez que la mítica añada de Rioja, («¡la mejor cosecha del siglo XX!«), aunque reside en Bilbao. Estudió Pedagogía -incluso fue profesora de preescolar un año en el colegio Berriotxoa de Santutxu- pero luego se apuntó al primer Master de Estudios de Ocio que se hizo en España; y a partir de ahí se tiró de cabeza a todo lo que tuviera que ver con el turismo. Aterrizó en 2009, procedente de la Dirección de Turismo del Gobierno Vasco, en el Ayuntamiento de Bilbao, precisamente el 1 de julio («un día importante: ¡el de la fiesta de la Virgen de la Guía en Portu!»). Desde entonces ahí sigue, dirigiendo nuestra oferta turística mientras intenta conciliar a tirios y troyanos para que esto funcione.Aunque por motivos personales últimamente vive a caballo entre la Villa de Don Diego y la Villa Jarrillera (que al fin y al cabo está a la vuelta de la esquina), es tan del Botxo que incluso se le ha puesto el pelo de color azul Bilbao, lo que le viene de cine en Aste Nagusia, porque le hace juego con el pañuelo de fiestas. Mercedes Rodríguez es todo un personaje.
Aparentemente imperturbable, tiene una cabeza tan bien amueblada y un discurso tan coherente que a veces me da hasta miedo llevarle la contraria. Sin embargo difícilmente pierde la sonrisa. Y a pesar de tomarse su trabajo con gran seriedad y raciocinio puedo dar fe de que nunca desdeña una juerga, un poteo, unas copas o lo que haga falta. Que al fin y al cabo lo suyo es potenciar el ocio y el consumo. Así que nos hemos tirado hora y media de charla y cotilleos en la terraza del Café Lago, mientras nos poníamos ciegas de croquetas de chorizo, rabas, pintxos y jariguay a discreción. Que lo cortés no quita lo valiente, y lo bonito que tiene Bilbao es que muchos negocios y muchos trabajos pueden (y deben) resolverse en torno a una mesa bien surtida, al amparo de la barra de un bar.
Cuenta, cuenta: ¿cómo andamos de turismo últimamente?
Precisamente estaba ahora mirando los últimos datos. Ha subido en toda Bizkaia, y también en Bilbao. Por primera vez, este verano el número de turistas extranjeros ha superado al de nacionales.
Y ¿qué estamos ofreciendo? Porque entre la movida que se ha montado con la hostelería diurna, la noche que agoniza…
En estos momentos es evidente que la normativa ha levantado la mano, y hemos pasado a la etapa de la permisividad con los bares de día. En algunos puntos la ocupación del espacio público por parte de la hostelería es tremenda, cuando tendría que haber un equilibrio entre ésta, el comercio y todo tipo de ofertas. Pero el equilibrio es complicado. Todo el mundo cree que vale para hostelería, que parece lo fácil, cuando no es así. Hace falta una proporción. Hay que volver… a ‘repensar’. Cualquier acción es un continuo círculo.
¿Y la noche?
Está de capa caída. No sé si el estilo ha podido con la vida o la vida con el estilo; pero creo que nos hemos hecho a otra forma de vivir. Y te das cuenta cuando ves las calles desiertas a las once de la noche. También la crisis ha jugado su parte en esto: hay hosteleros que me dicen que es que tampoco hay público. Y luego están las protestas por ruidos, ahora que todo el mundo sale a fumar a la calle.
¡Con lo que fue Bilbao! Y ahora estamos en manos del vecino protestante de turno.
Hay una gran tiranía de los vecinos. Sí creo que hemos hecho una ciudad en que las quejas de los ciudadanos importan mucho. La cuestión es que, además, ante cualquier denuncia la policía municipal está obligada a acudir: ¡y hay casos que son de psiquiatra! Habría que separar el grano de la paja… y apelar a la responsabilidad de cada uno. No todo vale, como quejarse por el ruido en fiestas. Y hemos llegado a un punto en que la gente ya no parece capaz de solucionar sus propios problemas: ¡hasta las responsabilidades individuales las delegamos en la Administración, en el Ayuntamiento!
¿No te parece que hay un exceso de normas?
No. No es que haya un exceso: la norma está ahí y hay que respetarla, pero siempre desde el sentido común. La norma tiene que ser flexible, y adaptarse a cada necesidad específica. Porque la ciudad es una cosa muy compleja.
El tema de moda: ¿qué opinas de las franquicias?
Me parecen un horror. De cara a nosotros mismos y de cara al turismo. Uno no va a visitar otros sitios para encontrase lo mismo que tiene en casa. Las multinacionales despersonalizan las ciudades, las convierten en uniformes y homogéneas. Una vez, estando en el Gobierno Vasco, hicimos un curioso proyecto: eran vídeos de diferentes ciudades en los que no aparecía ningún edificio emblemático, sólo tomas a pie de calle. ¡Muchas parecían la misma ciudad, y no podíamos distinguirlas! Es muy importante conservar lo que a cada uno le hace diferente, al margen de una torre Eiffel, una Puerta de Brandenburgo… o un Guggenheim.
¿Y lo de que todos cierren los domingos, fiestas y en el mes de agosto?
Llevo años proponiendo que se hagan turnos de guardia, como hacen las farmacias. No tiene sentido que todo el mundo cierre a la vez y desaparezca la oferta. En Francia se hizo una norma por departamentos, alternando las fechas de las vacaciones entre ellos, de manera que no haya un momento en que todo el país esté ‘cerrado’. Creo que habría que conseguir algo así. Pero, una vez más, están las complicaciones de siempre. Aunque se hacen cosas: en Bilbao, por ejemplo, la Basque Fest nos ha salvado la Semana Santa.
Por cierto, ¿el euskera vende? ¿No es una forma de complicar más las cosas?
¡Que no! Claro que vende. Forma parte de nuestra identidad diferente de cara al turismo cultural. Genera confusiones a veces, por supuesto. ¡El otro día vinieron a la Oficina de Turismo preguntando dónde estaba la calle ‘Kalea’! Pero eso nos pasa a todos a menudo cuando vamos a cualquier sitio donde se habla otro idioma. Yo me recuerdo en Belgrado preguntando por el camping ‘Dobrodosli’; y resultó que eso significaba bienvenido: ¡pero es que lo ponía en el cartel! Nunca supe cómo se llamaba realmente el dichoso camping.
¿Y la marca Bilbao Bizkaia Be Basque?
Eso ha sido una apuesta por mostrar al mundo la cultura vasca y ‘la manera de hacer’ de los vascos. Y aquí intentamos ofrecer todo lo que atraiga al turismo al margen del Guggenheim (que está claro que es lo que nos ha colocado en el mapa). Están las cuatro ‘ces’: comida, cultura, compras y carácter. La gente que viene quiere ver cosas diferentes, características que nos hacen únicos; y es muy importante vender la cuarta ‘ce’, nuestro carácter.
¿Incluso el deporte rural? Es que a mí me da la risa cuando veo harrijasotzailes o aizkolaris (¡o idi probak!) en el centro de Bilbao. ¿La ciudad es para el que la habita o para el turista?
En primer lugar están los propios habitantes, claro. Aunque mi trabajo es pensar para el turista: pero si la ciudad no interesa al ciudadano tampoco va a interesar al visitante. Tangibilizar el carácter es complicado; sin embargo nuestra idiosincrasia y nuestras particulares tradiciones y costumbres gustan mucho al visitante que viene a conocer la cultura. Aparte de eso yo siempre digo que en Bilbao tenemos tres ‘faros’ de atracción turística: la zona Casco Viejo más todo el impresionante entorno del Bilbao histórico; el Guggenheim y todo lo que ello mueve a su alrededor; y La Alhóndiga. Sin menoscabo de todo el resto, claro.
¿No te parece de todas formas que Bilbao está un poco desaprovechado? Ahí está la Ría, completamente vacía de navegación, y otros espacios que parecen no servir para nada.
En este tema es muy importante el principio de lo público: la libre concurrencia al alcance de todos. ¡A todos los de Bilbao se nos ocurren ideas txirenes! Pero luego hay poco proyecto de negocio. Y a veces, cuando lo hay… Eso que se ha puesto tan de moda en muchos sitios, lo de alquilar un espacio en tu piso a visitantes y hacerles, presuntamente, de guía turístico, en lugar de favorecer que vayan a un hotel, a un hostal… ¡me parece una competencia desleal! Pero Bilbao sí necesita actividades turísticas complementarias, toda esa microeconomía…
¿Cómo se mueve Bilbao Turismo para intentar saber, y promocionar, todo lo que podemos ofrecer?
Hay dos cosas de las que está claro que no tenemos que cansarnos. Una es tratar continuamente con la gente: emprendedores, promotores… ¡periodistas!; y la otra es salir a la calle, comprar, consumir, ver lo que hay… Ahora mismo estaba fijándome en cómo ha cambiado desde hace un rato la ‘fisonomía’ de la mesa de al lado. Primero había cuatro ‘guiris’ tomando un aperitivo; y ahora hay unas señoras que vienen de hacer sus compras por el Casco Viejo. Conocer la oferta, la demanda y las necesidades. En los últimos seis años todo ha ido subiendo; pero cuando ves que sube no hay que regodearse en el éxito, sino seguir trabajando, por si acaso. Si no te mueves no avanzas: retrocedes. ¡Hay que moverse aunque sea para quedarse en el mismo sitio!
Recuerdo una de las primeras frases que hiciste cuando llegaste a la dirección de Turismo : «Bilbao no se vende: ¡se alquila!».
¡Y al mejor precio! Hace ya seis años de aquello, y sigo manteniéndolo. De vendernos, nada. Pero todo el que quiera visitarnos es bienvenido… ¡mientras pague bien!
Pues a ti ni se te ocurra pagar hoy, que soy cliente habitual ¡y aquí me hacen descuento!
2 Comments
Gracias Mercedes. Un placer tenerte como protagonista en Bilbaoclick.
Excelente el resultado de nuestra agradable y atinada charla. Te lo digo siempre querida, Marshall tienes una buena pluma.