Crónica de un concierto anunciado
Imágenes de Hirudika
Cuando me presentó por primera vez Ana Ybarra a Joshua Edelman, y poco después a su mujer y socia, Cristina Santolaria, en el Hotel Carlton, el mismo día que veía la luz Bilbaoclick, algo se movió en mi interior. Un momento muy especial también por el nacimiento de la guía y mi incursión en el mundo de la prensa digital. Vuelvo al protagonista sin demora, Joshua tiene una mirada impactante, un no sé qué, qué se yo, que poco tiene que ver con el acento americano y el atuendo de jazzman que le caracteriza. Poco después le vi en acción por primera vez, junto a su numeroso equipo, un espectáculo muy entretenido que me ayudaría a perfilar al personaje. La cultura, como más de una vez he comentado, no tiene porqué ser aburrida, por el contrario puede, y debe ser, una vía culta, pero divertida. Que llegue a la población de manera generalizada y ayude a crecer, intelectualmente hablando, una realidad más necesaria que nunca en estos tiempos que corren. Realidad, que como ocurre en Gran Bretaña o Francia, esté subvencionada por el Estado, que reconoce los beneficios de su difusión popular.
Filosofía
«Un modelo de escuela inspirada en otra del mismo nombre que fundó Barry Harris en Nueva York en 1982, y en la que yo estudié. Él fue mi maestro durante muchos años y para mí es un modelo a nivel musical, pedagógico, creativo, filosófico, humano…, una gran fuente de inspiración». «Una escuela en la que los músicos mayores comparten con los jóvenes, la idea es ir a la práctica, no tanto crear distancias entre maestro y alumno, sino más bien, -esto lo hago así, pruébalo, con el trabajo, todo se consigue-. Generar situaciones reales, buscar aplicaciones prácticas de la información y dar la posibilidad de tocar con músicos experimentados. Aprender a tocar en función del otro, estar callado mientras el compañero interviene, o bien apoyarle, una buena metáfora aplicable a la vida». «Darle unos fundamentos y que con ellos el alumno experimente y descubra las infinitas posibilidades melódicas. Enseñar a la persona a ser creativa y no tener miedo a cometer errores. Suelo aplaudir cuando se equivocan porque de ahí surgen auténticas maravillas».
Colectividad y retos
“Me gustan las clases colectivas, porque la aportación del grupo enriquece al individuo y también los retos, tengo una señora de setenta y un años que acaba de empezar a tocar el piano y eso me parece fantástico, aspirantes a músicos de jazz, y alumnos con una educación musical avanzada que quieren aprender a ver la música de otra manera y niños de cinco años, a los que enseño improvisación. A partir de una base que se repite hacen una vuelta en el piano y otra bailando, y de esa manera cogen muy bien el concepto de la improvisación». «El legado histórico es importante para actuar en consecuencia, es peligroso que el jazz se vuelva académico, por el contrario debe ser un aprendizaje orgánico, junto a un maestro. Está ligado al baile, al teatro, es algo popular. Cuando se vuelve rígido el proceso se desvirtúa», continúa Edelman.
Y por fin dio comienzo el espectáculo…
Quería escribir sobre él y su escuela de Jazz bilbo-neoyorkina, creada en la calle Bertendona, y esperaba con paciencia que surgiera la ocasión ideal para ponerme en acción. Por fin llegó el momento, me enteré de la celebración de un concierto en el Teatro Campos, al que acudí con mi gran amiga Rosa Campuzano, previa visita al centro y breve conversación con Joshua. Llegamos con bastante antelación, las entradas no estaban numeradas y queríamos coger un buen sitio. Nos decidimos por la cuarta fila, muy próxima al escenario. Entre el público había muchas caras conocidas, justo delante de nosotras estaba Luis Cañada, Cónsul de Noruega, y actual presidente de la Fundación Novia Salcedo. Una asociación decidida a impulsar el empleo juvenil a nivel internacional y que merece todos mis respetos, ¡cómo no! Con un solo de piano, ejecutado por el maestro Edelman, en compañía del gran trompetista cubano, Manuel Machado, y un comentario de mi amiga, que poco más tarde recordaría a Joshua en la posterior entrevista, daba comienzo el espectáculo. «A mí el jazz no me gusta demasiado», dijo, a lo que yo respondí «bueno a mí depende, hay conciertos aburridísimos y otros que no están mal». Joshua Edelman, ante esta sincera opinión, confirmó que “efectivamente los conciertos de jazz en muchas ocasiones pueden resultar difíciles de asimilar, quizá porque los músicos a veces pensamos más en los retos técnicos del instrumento que en generar la magia dentro de una banda y a la vez seducir al público”. El ambiente se iba calentando con «Eguzkitza Breakfast» y los relatos improvisados, (de eso me enteraría poco después), por el protagonista, antes del arranque de cada una de las melodías. Una de las historias estaba relacionada con la mencionada canción, que fue creada en honor a los copiosos y ya famosos desayunos que diariamente comparte en su casa de Berango con Cristina Santolaria, la socia en la vida y en el trabajo, la protagonista de la historia. Bueno, ella y su familia llena de artistas, hermanos, hijos, y a ellos dedicaré un comentario especial, porque se lo merecen, ¡qué criaturitas tan adorables y vaya talento! En fin, de casta le viene al galgo, se suele decir en estos casos. Músicos cubanos, de Armenia, Ohio, Perú, Chile, una trikitixa, una alboka, las hermanas Sagastizábal, con las que me quiero extender ligeramente. Un solo a capela del «Bizkaia maite», y ser capaz de poner la carne de gallina al respetable tienen la culpa, o «Ihesa zilegi balitz», la tradicional canción de Mikel Laboa, reversionada de una manera absolutamente hermosa. Joshua habló de sus recuerdos neoyorkinos y de las famosas escaleras de incendios que salen en todas las películas ambientadas en la gran manzana, mientras presentaba «The fire escape». Acto seguido Ana y Lara Sagastizábal bailaban la original coreografía de su madre, Mª Fernanda Santolaria. Guapas, jóvenes, artistas de los pies a la cabeza, lucían una melena por duplicado que armonizaba con el entorno, no tengo palabras… Una belleza y armonía que parece ser natural, espontánea, aunque en realidad es una partida de ajedrez que debe acabar en tablas. «Cuando parece que todo fluye, y sucede con naturalidad todo es perfecto, los meses de ensayo no deben aparecer en el escenario». Y por encima de todo, la figura de Cristina y la familia constantemente, en las mencionadas narraciones explicativas. Algo muy entrañable y que al igual que a esta reportera dicharachera, llegó al corazoncito de la audiencia, sin ninguna duda. Otro momento estelar fue aquel en el que un heterogéneo grupo compuesto por alumnos, de 6 a 70 años salió a escena. Entre ellos me gustaría destacar a José Larracoechea, con todo el respeto hacia los demás artistas, un neurólogo retirado que lleva toda la vida tocando la trompeta y que realizó un solo maravilloso, ¡va por ti, maestro! Y al trombón, Óscar Águila, otro ejemplo a seguir, por su capacidad para superar la adversidad con ilusión vital, me quito el sombrero por él. Otro de los temas narrados por Joshua y que interpretó en el escenario, Susana Santolaria, ataviada con un traje africano fue Kfar Todra. No se puede hablar de todos y cada uno de los momentos mágicos del concierto, pero quizás éste aglutina la filosofía de la escuela y del disco, grabado íntegramente en la sede de Bertendona, sin necesidad de soportes tecnológicos de última generación, sino realizado al modo de los grandes clásicos del jazz. Un centro como la pareja que lo dirige, multicultural, pero anclado en las raíces. Raíces neoyorkinas y vascas que han unido sus fuerzas para crear un singular referente del jazz en Bilbao.
5 Comments
Precioso relato de una función mágica . Salí del teatro como una enamorada más de Joshua Edelman, su música, y su filosofía de vida. Gracias Itxaso.
Bravo por la multiculturalidad!
Bonito relato de una excelente velada en la que los asistentes pudimos comprobar y disfrutar de muchas cosas, entre ellas la de que el emotalento de la familia tambén es una fuente que puede generar valor en una sociedad tan abierta y compleja como la actual.
Un buen relato para los que no hemos podido ir.
La verdad a mi el Jazz no me va , pero en la presentacion de Bilbaoclick fue genial , yo que lo tenía como algo monótono descubrí sonidos diferentes a la idea aburrida que me producia la palabra Jazz.
Lo que no os he dicho es que Rosita acabó maravillada con el espectáculo!!! Besos