Después de la revolución que se montó tras el último artículo que escribí en este blog sobre los niños, ‘Bilbao… Kid friendly?’, que puso en pie de combate a las hordas histérico maternales de la sociedad, las cuales arremetieron contra mi opinión y mi persona llamándome de todo menos bonita (una tía en facebook incluso me tildó de ‘xenófoba’, y esto me tiene aún muy confusa), había estado pensando hacer una segunda parte sobre el tema, así como para echar un poco más de leña al fuego. Pero visto que han seguido entrando comentarios, unos cuantos ya a favor de mi punto de vista (que no crean las adoradoras de los pequeños monstruos que estoy sola en el mundo defendiendo la buena educación y el derecho a no tener que soportar niños ajenos), he decidido dar una respuesta general en el propio blog a todas las lindezas de las que me he hecho acreedora. Porque cuando uno escribe un artículo de opinión lo bonito es que se cree un debate, puesto que los criterios y los pareceres varían de unos a otros; pero yo siempre escribo desde el sentido del humor, condición con la que estoy dotada desde que nací, y que, lamentablemente, parece que no figura en el ADN de una buena parte de la colectividad.
Sin embargo no era esto lo que quería contar hoy.
Ya hemos superado la mitad de noviembre y se huele en el ambiente la cosa festiva, o sea, la Navidad.
Ayer estuve en un acto curioso que se organizó en la calle Correo del Casco Viejo.
Digo ‘curioso’ porque mezclaba zombies con el encendido de luces navideñas, y churras con merinas en general, en un episodio en que lo realmente importante era pasárselo bien y dar ambientillo, que para eso una serie de gente en esta Villa de nuestros despropósitos sabe montárselo de cine. La cosa, organizada por la Asociación de Comerciantes del Casco Viejo, los chicos de BilbaoHistoriko y unos cuantos voluntarios, consistía en que los zombies de la película de Pedro Olea estaban allí ‘de cuerpo presente’, con un espectáculo musical, a los sones de canciones relacionadas con cadáveres o con ‘Bilbao, Bilbao’. Se encendieron las luces de Navidad sólo en ese tramo del Casco (bonitas y, por cierto, de un color blanco rosáceo muy chulo, que nada tiene que ver con el azul tipo ‘puerta de las galaxias’ que llevamos años padeciendo en los árboles de la Gran Vía). Allí estaba La Otxoa (de paisano, que no de zombie de Don Diego), el propio Pedro Olea, que se marcó un discurso patriotero diciendo que el ‘Zombie Eguna’ superaba al absurdo Halloween, igual que habíamos superado a Papá Noel con el Olentzero (probablemente lo traía preparado ‘de casa’, y hablaba ajeno al hecho de que la mitad de la concurrencia llevábamos gorros de Santa Claus, cortesía, creo, de BilbaoHistoriko); implicados en el tema se vanagloriaban de haber conseguido los permisos pertinentes para organizar el cotarro («a las dos de la tarde aún no sabíamos si se iba a poder hacer, que en esta ciudad hay que pedir permiso para todo»); algún representante de otras asociaciones de comerciantes de la Villa comentaba que le parecía «de pena» que al Casco Viejo se le permitiera hacer un encendido una semana antes del ‘encendido oficial’ navideño.
El Café Lago en su línea y como siempre, montó una mesa exterior con txakoli, cava, y toda la golosa turronería de Adelia Iváñez; la concurrencia, enorme aunque sin representación institucional (excepto un par de adictos a estos temas), se lo pasó genial, y una servidora se pilló el pedo correspondiente derivado de mezclar cerveza, txakoli y cava con txupito de turrón.
¿Estamos adelantando las Navidades? Tal vez sí, y hay quien dice que esto acorta la vida (¿a quién no han intentado venderle lotería de Navidad en agosto?). Pero este gran despliegue de marketing, ‘queremos vender lo que no ha existido en un otoño que no ha habido’, y este montaje de ‘Navidad antes de tiempo’ parece que funciona.
A última hora apareció por la calle Correo un matrimonio romano (léase una pareja de cierta edad procedente de Roma) que había aterrizado en Bilbao para cuatro días para ver el Guggenheim, y que lo flipó cuando vio el montaje. Preguntaron que a qué se debía la movida (la mujer hablaba un excelente inglés: bendito idioma en que muchos podemos comunicarnos), y les expliqué que se habían encendido las primeras luces de Navidad y tal y tal. Les pareció magnífico, se les invitó a chupitos de turrón, a cava y a goloserías en general, y preguntaron a quién había que agradecer el invento. Les señalé a Boni (probablemente nuestros nietos o biznietos oirán hablar en su día, si el Islam no se ha comido a toda Europa, de San Bonifacio del Lago); y le dieron las gracias mientras lo flipaban en colores (la mujer me contó que Roma, en otros tiempos, había sido una ciudad así de marchosa).
La cuestión es si hay que adelantar tanto la Navidad como para que ya en noviembre se esté espoleando a la gente para comprar regalos, productos gastronómicos a congelar, lotería y esas cosas. Pero la realidad es que Bilbao, Villa de Don Diego en que los villanos funcionamos a nuestra puta bola, puede permitirse hacer las cosas más raras, montar historias porque le salen de la idiosincrasia o facultar la posibilidad de mezclar zombies con navidades, turrones con otoño y lo que haga falta. Y si no que se lo pregunten a los romanos. ¿Somos, o no somos?
2 Comments
asi vamos a acabar…http://tinyurl.com/p3vmbjm
La verdad, es que firmas de divertirse hay muchas. Pero esto de zombi es y luces de Navidad es lo
Máximo de la innovación. Y luego dicen que jo hay talento. Re diez!!!!