Nueva normativa urbanística para estrenar el año en Bilbao: el ayuntamiento prohíbe definitivamente, tras la ‘suspensión cautelar’ del pasado mes de septiembre, la apertura de nuevos locales de hostelería en el Casco Viejo. Otra modificación del Plan Especial de Rehabilitación de nuestro casco histórico, que está ya más ‘mareao’ que la famosa perdiz, con tanto cambio de norma en cuanto a horarios, aperturas y circulación de vehículos.
En realidad la norma no afecta a todo el Casco, sino sólo a diecisiete calles y dos plazas. Con algunas me parto de risa: ¿no se puede abrir otro bar en la Plaza Nueva? Está muy bien que lo digan; pero ya me contarán dónde iban a ponerlo, como no fuera dentro de un portal, o en algún piso, o colgado del reloj. Porque hasta hace unos meses se han estado abriendo ahí locales con gran alegría, hasta que la saturación ha llegado a límites que ya trascienden el puro espacio físico. Y en la Plaza de Unamuno no cabe uno más, me parece. O en María Muñoz, en que sólo se podría montar un bar dentro del Museo Vasco si éste permitiera utilizar su puerta trasera.
Y la cosa no va sólo de prohibiciones de apertura: también se ponen límites a las terrazas que molestan a los peatones; y en los pocos sitios que quedan para poder montarse el chiringo se amplían las distancias mínimas a cuarenta metros. Y ello afecta también a otro tipo de empresas, como bancos o agencias de seguros, supermercados o salones recreativos.
La única actividad a la que no se ponen fronteras es al comercio tradicional, en un intento (desesperado, diría yo) de recuperar la historia comercial que siempre distinguió a nuestro viejo Casco, y que por otra parte el propio ayuntamiento se ha ocupado de cargarse a base de peatonalizaciones y restricciones de tráfico y aparcamiento.
Pues como no obliguen a algunos a abrir nuevos negocios… porque no voy a decir en cuáles de estas calles en que se prohíbe abrir más bares no montaría yo una tienda ni colocada de marihuana. En fin.
Y los portavoces (y las portavozas) de los tres pequeños partidos de la oposición militante aplauden todas estas decisiones, pero echan leña al fuego pidiendo que esta norma se amplíe a otras zonas de la Villa de nuestras desdichas: una pide que se meta mano urgentemente a la calle Ledesma (¡tiembla, Ledesma!); otra se preocupa por la elevada densidad hostelera que se prevé en el Muelle de Marzana (que digo yo que, ahora que ya no tenemos barcos, no sé para qué otra cosa queremos los muelles); y el otro lamenta que la normativa no permita dar prioridad al pequeño comercio frente a las franquicias (a éste no le han presentado a mi amigo el señor Bolkestein).
Una nueva vuelta de tuerca a un tema que no hay por donde agarrar, y frente al que el ayuntamiento lleva varias legislaturas dando bandazos sin saber muy bien de qué lado le da el aire.
Pero yo sigo manteniendo (y no sólo yo, que conste) que la gran cruz que arrastra Bilbao desde hace ya años es la sombra de sus noches muertas. Bofetadas entre los bares de día, regulaciones, quejas de ‘vecinos’, tonterías… y una ciudad que se apaga a las diez -un poquito más tarde los fines de semana-, que ahorra hasta el ridículo incluso en las luces de Navidad, que no ofrece atractivo ni espectáculo noctívago alguno y que, para rematar, los domingos y fiestas de guardar se convierte en una sucursal del desierto de Gobi, sin más oasis que unos cuantos bares y restaurantes que chapan tras el aperitivo o la comida.
Eso sí: en todas partes cuecen habas. El gobierno regional del Principado de Asturias acaba de decidir cambiar la ley que prohibía a los bares ofrecer música en directo. Que cuando uno le ve las orejas al lobo, y ve que si no da un servicio lo tiene crudo para vivir no ya sólo del turismo sino de sus propios habitantes… no hay inconveniente en adaptar normativas, cambiar leyes y hacer lo que a uno le parezca más conveniente. Y donde la norma decía ‘Digo’ ahora dice ‘Diego’. Que para eso pagamos políticos: para que piensen y decidan qué es lo más conveniente para el ciudadano en su colectividad, y no para escuchar a cuatro quejicas que sólo ven sus propios y mezquinos intereses.
Un bonito ejemplo a segur es el del alcalde de Londres, Boris Johnson. Viendo que en la capital británica desde hace unos años está cayendo alarmantemente el número de locales emblemáticos con música en vivo, ésos que hicieron de la City leyenda y que vieron nacer bandas y músicos históricos, y ante el riesgo de perder su status como capital mundial de la música, Johnson ha accedido a la creación de una ‘Fuerza de choque para los Locales en Vivo’, velando de paso por la economía y la cultura. Incluso está considerando la creación de un nuevo cargo, el ‘alcalde nocturno’ (bueno, no es tan nuevo: ciudades como Amsterdam y París ya lo tienen), que vele por el movimiento ‘afterhours’ y apoye a los jóvenes talentos, introduciendo incluso licencias de veinticuatro horas, garantizando exenciones fiscales a los pequeños locales y mediando en los conflictos con los vecinos petardos (que parece ser los hay en todas partes).
Y así se hace ciudad, y no clamando cada uno por su pequeña bobada, mientras la administración intenta complacer a todos y al final no complace a nadie. Ni tampoco es posible hacer ciudad con ciudadanos tan ‘jamaos’ que quieren que les prohíban más cosas, como terrazas, música, espectáculos en la vía pública, petardos en Nochevieja… Yo creía que en este país ya íbamos sobrados de prohibiciones, pero se ve que al personal le va la marcha.
De momento, y si no hay más candidatos, me postulo como ‘alcalde nocturno’ para la Villa de Don Diego. Que conste que, al menos en Amsterdam, es un cargo sin ánimo de lucro, que vigila el ocio a altas horas y que funciona como embajador de la noche por el ancho mundo.
¿A nadie más le parece que Bilbao está pidiendo a gritos una ‘fuerza de choque’ para salir de la tumba?
2 Comments
VECINOS PETARDOS? ???
NORMAS? ??
Creo que muchas de las quejas vecinales son que algunos hosteleros se saltan la normativa y el ayuntamiento mira para otro sitio.
Probablemente en Holanda se invierte para que los locales tanto nocturnos como diurnos cumplan la normativa vigente.
¿ cuantos locales de Bilbao pasarían una inspección? Accesibilidad, insonorizacion, humos de cocinas etc…..
Voto por ti Elena Marsal, sin duda. En Holanda, como bien comentas, los holandeses se toman muy en serio la vida nocturna y en algunas ciudades, desde hace ya más de 25 años, la noche está patrullada por su Nachtburgemeester o Alcalde de Noche que informa al día siguiente de lo que pasa y de lo que se dice de noche en la ciudad.