Cincuenta años de trayectoria profesional son muchos años currando; pero cuando uno ha empezado a curtirse en la carrera a los catorce este aniversario le pilla aún en la flor de la vida. Como le ha pillado a José Manuel Angulo (Don Manuel para el común de los mortales), que lleva ya medio siglo endulzando paladares y poniendo kilos de más en la morfología de miles de bilbainos.
Y como este jubileo no se cumple ni se logra todos los días sus hijas decidieron organizarle el pasado martes una fiesta sorpresa. Y consiguieron lo imposible: que a pesar de la gran cita, de toda la gente que estaba invitada, ‘autoridades’ incluidas, prensa convocada… ‘Don Manuel’ no tuviera ni la más mínima sospecha de lo que le esperaba.
Quedaron con él con alguna excusa tonta en las cercanías del lugar de autos. El bueno de Manu estuvo plantado en una esquina junto a Moyúa, sin saber muy bien a qué aguardaba, y alucinando bastante cuando empezó a ver transitar por la Gran Vía a grupos de amigos suyos, montones de conocidos, alcalde y concejales, trabajadores de su empresa… que saludaban y pasaban de largo. Al final llegó su mujer, que lo agarró del brazo y le dijo: «hala, vamos, que nos están esperando».
Y asegura que aún no tenía la menor idea de lo que se cocía hasta que entró en la Sala Smith del edificio Sota, y fue recibido entre aplausos, abrazos y felicitaciones. Y se vio a sí mismo en efigie hecha con globos, y con su indumentaria de maestro pastelero.
Fue una fiesta divertida y emotiva, íntima y multitudinaria, en la que no faltó el proverbial vídeo de recuerdos y nostalgia, de imágenes pasadas y recientes, en algún punto del cual el interesado siempre se pregunta «¿dónde coño habrán encontrado esa foto?». Y, por supuesto, tampoco faltaron deliciosos pastelitos, ni los excelentes canapés salados de la pastelería Don Manuel. Ni los regalos conmemorativos, incluida una espectacular tarta coronada con el número 50. Y mucha Agua de Bilbao.
Entre la gente que pude ver (y los que me dijeron que habían estado pero ya se habían ido, que para no variar llegué tarde) estaban la mujer de José Manuel, Elena Morán, sus hijas María y Nadia, su madre Ángeles Enales, su hermano Félix Angulo, sus amigos de la cuadrilla de toda la vida, empleados y proveedores de su empresa, colegas hosteleros y pasteleros como Eduardo Bizkarra, Javier Orive, Iñaki Villa, Juan González, Cristina y Gotzon Beaskoetxea… Y el alcalde Juan Mari Aburto, los concejales Alfonso Gil, Koldo Narbaiza y Beatriz Marcos, Mariano Gómez, el presidente de Unicef Euskadi Isidro Elezgarai, Ángela Sanz, Julio Alegría, Iñaki Astigarraga, Josemari Amantes, Arturo Trueba, Mari Paz Irastorza, los chicos de BilbaoCentro Sergio Etxebarria, Olga Zulueta y Jorge Aio, Borja Elorza, Peio Orueta, Santiago Crespo, Juan Carlos Otaola… y decenas más, que seguramente lograron que la sorpresa para el veterano maestro pastelero de Bilbao se convirtiera en un recuerdo inolvidable.
José Manuel Angulo y Juan Mari Aburto
Nadia Angulo, Elena Morán, José Manuel Angulo y Maria Angulo
Jorge Aio, Olga Zulueta, don Manuel, Beatriz Marcos y Sergio Etxebarria