Ayer sábado volvió a reunirse lo más granado de Bilbao en el foyer del Teatro Arriaga para proceder al inicio oficial de la Semana Grande. Y aunque tiene su mérito ingresar en esa sauna en la que el calor humano se mezcla con el climatología o, y con el que emiten luces, focos y cámaras, las invitaciones para este acto cotizan al alza, y nadie quiere perderse el espectáculo desde dentro.
Un año más allí estábamos todos, autoridades, invitados, prensa, organización, camareros portando bandejas de copas en equilibrios imposibles y esquivando el cableado de las cámara de televisión… en un hiriente cóctel en el que todo son sonrisas, chascarrillos, saludos y hasta besos y abrazos, sin importar la transmisión de ese fluido corporal llamado sudor que a duras penas contienen los abanicos, o los paipais de cartón rojo que regala el Ayuntamiento.
Resulta un acto divertido por lo que ya tiene de tradicional, que empieza una hora antes del lanzamiento del txupin con los inevitables jaleos en la cola de entrada, cómo que no estoy en la lista, si me han dicho que tenía invitación, con el aurresku de honor al pie de la gran escalinata, la subida masiva en pos del Agua de Bilbao que hay que tomar de un trago antes de que se caliente… y ya se mete uno en la vorágine social, mientras se presenta oficialmente al Pregonero y a la Txupinera, se pronuncian discursos que nadie escucha y el alcalde impone el pañuelo baldosa a la concejal de fiestas, instando a todo el mundo a colocarse el suyo, media hora antes del lanzamiento del txupin, lo que contraviene la norma de toda tradición festiva de la que se haya oído hablar en este mundo.
Lo más usual es estar hablando con alguien y que llegue otro alguien, alcachofa o cámara en mano, y que te lo arrebate, con disculpas o sin ellas, para hacerle una entrevista; o estar de charla en un grupo y encontrarte posando para una foto. O perder de vista a alguien y tener que llamarle por teléfono «¿Dónde estás? Aquí dentro, jodé. ¿En qué parte, que no te veo?».
En cuanto al pregón de este año tengo que decir que yo no le he encontrado la gracia, si bien ha habido quien ha opinado que ha sido ‘diferente y original’. Supongo que había que entenderlo; pero cuando uno no tiene el EGA y se encuentra es cuando a un euskaldun Berri haciendo continuos juegos de palabras en euskera y castellano, sólo aptos para iniciados… en fin. Y lo que pude pillar no me pareció demasiado original: la consigna ésta ya tan coñazo de ‘No es no’, como si alguno aún no lo supiera; grito de apoyo a los refugiados, lo cual viene muy a cuento en un pregón festivo; y la exhortación a las masas de que no se lancen Huevos y harina (que casi me parece una incitación). Y todo esto dirigido a una muchedumbre que jalea a, interruptores pía, y portaba enormes pancartas en favor de los presos y en contra de la cosa taurina, tan enormes que apagaban por completo el gracioso colorido de las banderas y estandartes de las diferentes comparsas. Que es lo que habría que esperar ver en fiestas. Pero está claro que cada uno interpreta a su manera lo que es una fiesta.
Eso sí: impresionantes los lanzamientos tras el txupin de los cañones de confeti rojo y blanco, que dan al entorno el auténtico toque festivo.
Como fin de episodio, y con la obsesión por la limpieza que se apoderó de Bilbao hace ya unos lustros, en cuanto desapareció la autoridad aparecieron las brigadas de ‘lo limpio’; y tras haber sido desmontados en segundos la valla y los cañones arremetieron a mangueras contra todo lo que allí había: adoquines, mobiliario urbano… y los últimos os invitados que aún estábamos abandonando el teatro, y que nos encontramos pegados a la fachada sin cobijo y sin poder esquivar unos mangueras que en otros lugares del mundo se utilizan para dispersar manifestaciones y controlar disturbios. Como resultado pasé el resto de la jornada con un zapato azul… y el otro casi negro y chorreando. Todo sea por tener la ciudad más limpia del planeta. Y que la mierda jamás crezca bajo nuestros pies.
A pesar de que las previsiones para este primer sábado en cuanto a concurrencia no eran las más optimistas toda la zona por la que nos dimos al preceptivo poteo tras el txupin estaba petada: Plaza Nueva, Unamuno, arranque de Iturribide… no se cabía en los bares.
Terminé la noche (tempranito, que una ya no está pa’trotes, y quedan ocho días de fiesta) en el ‘backstage’ del gran montaje de la Plaza Nueva, comiendo empanada de carne y tomando birras heladas, mientras incordiaba un poco a los ya nerviosos organizadores y a los músicos, y escuchando tras las bambalinas el pedazo de concierto de ‘Bilbao Reagan Splash – 25 aniversario’. Un lujazo.
Lo más triste me pareció el botellón masivo de la zona: en la Plaza Nueva algunos locales incluso cerraron antes del concierto, que no están los tiempos para ofrecer por el morro servicio de WC, agua y papel incluidos, a quienes tienen la jeta, y los he visto, de entrar a tu bar a usar los ‘aliviaderos’ incluso con las bolsas de plástico en la mano.
Por lo demás las fiestas han comenzado como se esperaba, hasta con buen tiempo, aunque para esta semana se prevén temperaturas por encima a de los treinta grados. Pero con buen talante todo se sobrelleva.
Gora Bilbao Aste Nagusia!!!
Gora.
Pero no me has echado de menos.. faltaba yo…