Paul Gauguin ha sido desde siempre uno de mis pintores preferidos. Sus mujeres tahitianas me conducen a paraísos desconocidos de una añorada vida pasada. Cuando digo añorada quiero referirme a un pasado en el que los paraísos eran más paraísos y el mar más azul y poblado. Creo que la añoranza va más allá, añoro el contacto con la arena y la luz del sol de mi querido Lanzarote. La comunión con un Océano Atlántico fresquito, no os creáis, pero mar-avilloso, donde las viejas (peces loro) se besan mientras nadan, y los calderones se acercan a la costa para aparearse. Ya queda poco, niños y niñas, eso desde luego, aunque en Bilbao parezca que nunca va a llegar el momento en cuestión, llegará, seguro… También aquí tiene que lucir el deseado astro de una vez por todas. (Mando whatsapp a mi amiga y musa, Marga Azcorra, estos recuerdos del verano me despistan un poco y necesito saber que aquello sigue en su sitio). Tenéis que ir, podíamos organizar allí una fiesta increíble, y pasar a la Graciosa, otra isla mítica a donde se accede únicamente en barco, no circulan los coches, el asfalto es invisible y la arena lo invade todo. Diría que parece haberse parado el tiempo hace unos cincuenta años, una belleza que nada tiene que envidiar a cualquier isla caribeña y está a la vuelta de la esquina. En fin, me centro, que empiezo por Gauguin y sus estampas exóticas, llenas de color, fiel representación de una tierra desconocida por entonces para el resto de los mortales y quiero llegar a otro gran artista, no tan conocido como él, pero también absolutamente genial. Se trata de Francisco Durrio o Paco Durrieu, el actual protagonista de la Retrospectiva que acaba de inaugurar el Bellas Artes de Bilbao.
Francisco Durrio (1868-1940) Cleopatra abraza y besa a la serpiente, anterior a 1904 Boche de plata y piedra verde. 4,5 x 12,1 x 1,4 cm Musée d’Orsay, París
Organicé la visita posteriormente a la inauguración oficial, porque distintos avatares, una caída en el centro de Bilbao incluida, me impidieron asistir a la rueda de prensa y presentación en sociedad. Contacté con José Luis Merino, Jefe del Departamento de Conservación y Restauración y María Amézaga, responsable del Departamento de Comunicación para visitarla, tras indagar acerca de este sorprendente y desconocido personaje. Ellos se mostraron dispuestos a dedicarme su tiempo y finalmente visité la muestra en su compañía. Un placer absoluto, ya que, queridos niños y niñas, aunque algunos penséis que a mí todos los eventos sociales me rechiflan, en realidad donde encuentro la magia es en estos pequeños momentos íntimos de comunión artística, junto a expertos en la materia. En el tú a tú, que digo yo. La presencia directa, el mirarse a los ojos y brindar con champán, a ser posible. Pero vuelvo a Paco Durrio, gran amigo de Gauguin, que tiene una biografía novelesca que quiero entrelazar a su interesante obra y de la cual me habló largo y tendido María, gran conocedora de la figura del artista. Nació en Valladolid, en 1868, aunque vivió desde los dos años en el Casco Viejo de la Villa. El mencionado apellido francés refleja su origen galo. Su padre, que falleció cuando era niño, se apellidaba Durrieu de Marron y su madre, tras enviudar se instaló junto a Paco y su hermana en la capital vizcaína. El apellido Durrieu derivó en Durrio, para adaptarse a la vida local bilbaína. Recibió clases de pintura junto a Unamuno y Adolfo Guiard, impartidas por Antonio Lecuona y más tarde se desplazó a Madrid para estudiar en la Escuela de Bellas Artes con Pablo Uranga. En 1884 se instaló en París, con la protección de la familia de Cosme Echevarrieta, donde viviría el resto de su vida, aunque nunca perdería el contacto con la Villa. Su obra parisina ilustra el ambiente de la ciudad de la luz de final de siglo. Los cabarets, el cancán, el gusto por lo exótico de la vanguardia artística, a la cual estaba unido, aunque discrepara de ciertos paramentos estéticos. A pesar de vivir en París, no perdió el contacto con “su” ciudad, Bilbao y de hecho se considera que aunque su centro de trabajo se encontraba en París, le unía una fuerte vinculación a la Villa, acrecentada por el hecho de que su madre y hermana continuaran viviendo allí.
Francisco Durrio (1868-1940) Esfinge, c. 1907-1909 Cerámica vidriada. 30,4 x 29,3 x 63,2 cm Museo de Bellas Artes de Bilbao Donación de doña Flora Pié en 2012
Relación con Gauguin y Picasso Francisco Durrio vinculó a Gauguin y Picasso y cedió al artista malagueño su horno, al que confería un estatus superior. “Ese horno, sueño dorado de mi existencia. Una criatura espiritual mía que he concebido con seguridad de obtener sorprendentes resultados”. Picasso realizó sus primeros experimentos con el barro y el fuego en el horno de Durrio y cuando el artista bilbaíno se trasladó a la Plaza Constantin, Picasso ocupó su sitio en el lúgubre Bateau-Lavoir. En este edificio, donde Durrio trabajó entre 1901 y 1904, se reunieron y trabajaron los más importantes artistas europeos del momento. Durrio tenía una colección de arte africano, considerada la base del movimiento cubista, cuya paternidad se atribuye, como bien sabéis, a Picasso. Nuestro Paco es, por lo tanto, un personaje clave en la esfera artística de la primera mitad del S.XX, tanto por lo que se refiere a una obra singular, de compleja ejecución, que le granjeó el respeto de sus colegas, como por ejercer de nexo de unión entre los artistas vascos (Ignacio Zuloaga, Francisco Iturrino, Juan de Echevarría…), catalanes (Ramón Casas, Manolo Hugué…) y las vanguardias artísticas, instaladas en Montmartre. Cabe destacar, y de ahí el título de la Exposición, “Sobre las huellas de Gauguin”, el vínculo afectivo que unió a Durrio con el pintor impresionista. Amistad que conllevó la custodia y difusión del pensamiento artístico de su colega, durante su estancia en el Pacífico Sur. Una relación que, al igual que la mantenida con Picasso, conmocionó la historia del arte del S.XX. Un avanzado a su época, que vivió en una situación de extrema pobreza y tuvo que vender varios cuadros de Gauguin, de su colección particular, para poder comer. Un ángel que dejaba a escondidas una lata de sardinas y una copa de vino a sus amigos del Bateau Lavoir, relataba María Amezaga. Durrio transmitió al genio malagueño la visión artística de Gauguin, lo que revolucionó el proceso creativo y la mentalidad estética del pintor malagueño, que se sintió atraído por el estilo venido de tierras exóticas, alejándose de la tradición europea. Queda constatado, por lo tanto, que fue Durrio el que abrió la mente de Picasso al cubismo.
Paul Gauguin (1848-1903) Laveuses à Arles (Lavanderas en Arlés), 1888 Óleo sobre lienzo. 74 x 92 cm Museo de Bellas Artes de Bilbao
La exposición El comisario, Javier González de Durana, ha reunido por primera vez la práctica totalidad de la obra catalogada (un centenar), junto a una considerable selección de obras de sus amigos artistas. Cerca de doscientas piezas, en total, entre óleos, esculturas, cerámicas, acuarelas, grabados, orfebrería, documentación diversa y fotografías de época, entre las que se encuentran 72 trabajos de sus amigos, Iturrino, Zuloaga, Picasso y el más significativo de todos ellos, Paul Gauguin. De mi pintor fetiche podemos apreciar dos óleos, 18 obras sobre papel, cuatro cerámicas y una escultura en madera. Uno de ellos, el archiconocido óleo, “Lavanderas en Arlés”, propiedad del Museo de Bellas Artes de Bilbao. Durrio, firma tres magníficos jarrones, de una ambición increíble, porque técnicamente formar esas piezas, decía José Luis Merino, conlleva una gran dificultad y 46 piezas de orfebrería, realizadas desde un punto de vista escultórico, en las que los rasgos exóticos preponderan. Joyas en plata, con piedras semipreciosas, algunas de las cuales serán reproducidas y saldrán a la venta en la tienda del Museo, destaca Merino. Junto a una serie de bustos y tondos de escayola, mármol y cerámica, de corte clásico. Entre ellos, el conjunto de retratos de la familia Echevarrieta, mecenas del autor. De una gran belleza, a su vez, es la reja para el panteón de la familia Echevarrieta, de hierro forjado y claro estilo modernista. El sol domina la imagen y sobre él, una serie de mariposas que aparentan estar vivas, muestran la gracia de sus movimientos. Sentimiento Paco Durrio sentía que pintura y escultura habían sido despojadas de su verdadero sentido, la decoración. “Extraviadas y perdidas en el silencio por culpa de la ausencia de su hermana mayor, la arquitectura”. Motivo por el cual consideraba que el arte se encaminaba hacia la vulgaridad. Por el contrario, estaba convencido de que la “misión única del arte” era “conferir legitimidad a la naturaleza, al hacerla comprensible para el ser humano”. No se trataba de mirarla y pretender serle fiel, sino de fundirse con ella, con sus pulsiones profundas e interpretarla para darle un sentido de cara a los demás. París por entonces era el corazón cultural de Europa. Una época de optimismo, satisfacción, elegancia y refinamiento, posterior a la primera Guerra Mundial, que concluyó en 1918. El arte nuevo estaba presente en toda Europa, con distintos nombres, aunque similares inquietudes. En Francia se conocería como Art Nouveau, en Viena, con el nombre de Judgenstil y en España, con Barcelona de estandarte, reinaba el modernismo. Monumento a Juan Crisóstomo de Arriaga Cobra protagonismo de nuevo la bella Euterpe, musa de la música que lamenta la temprana muerte del compositor. Una figura de bronce extremadamente bella que vive en el exterior del Museo, junto al agua, tras ser escondida para evitar su desnudez pública. Una desnudez que desagradaba a la Gaceta del Norte, que obligó a relegarla a la oscuridad del almacén del Museo hasta 1975, momento en el que la escultura se instaló en su emplazamiento actual. Obra maestra de Francisco Durrio, que inconclusa, fue finalizada por su discípulo, Valentín Dueñas. Su hermana gemela, vestida, realizada por Enrique Barros, habita en la fuente situada en el Paseo de Uribitarte.
5 Comments
Que disfrute… que bien lo cuentas. No me la pierdo. Se que me va a encantar. Gracias.
Me acabas de descubrir un personaje muy interesante que la verdad poco sabia. Como amante de la cultura Egipcia encuentro por dos de las fotos que Paco tambien se dejo llevar por la fascinacion de Egipto….Sabes algo de esa vinculación. ?…Espero visitar en breve la expo
Hola Montse, la verdad es que estaban fascinados por todo lo exótico, incluido Picasso.Descubrieron otro colorido, otros rasgos faciales. Las joyas, algunas de ellas también tienen similitudes con el arte egipcio, pero me gustaría que fueran María y José Merino los que te contestaran. Ellos saben mucho más que yo del tema. Les paso el testigo!!! Un beso y gracias por tu interés. Ah!, y por cierto, a mí el arte egipcio también me fascina.
Reproduzco palabras de José Luis Merino, Jefe del Departamento de Restauración y Conservación del Museo de Bellas Artes para responder a tu pregunta, Montse:
No es extraña la influencia de la temática o de la utilización de motivos egipcios, como es el caso de Cleopatra, que aparece en diversas joyas, broches y anillos. Estas piezas están realizadas coincidiendo cronológicamente con el movimiento denominado modernismo, que se suele ubicar a finales del siglo XIX y comienzos del XX (entre 1890 y 1915) que desembocará en otro movimiento de gran importancia para las artes decorativas como es el Art-Decó (1920-1930) período en el que Durrio aún está activo. Ambos movimientos recogen temas o se inspiran formalmente en la antigüedad clásica, en la mitología, en Egipto y en Mesopotamia y Durrio se hace partícipe de todo esto, tanto en sus joyas como en el diseño de sus monumentos, especialmente en los funerarios. Curiosamente los prerrafaelitas (un poco anteriores) beben también de estas fuentes pero a través del renacimiento italiano. Por otra parte, la serpiente (como lo es el áspid de Cleopatra) con su sinuosidad inspira las formas serpenteantes de la estética modernista, por lo que aparece numerosas veces en las representaciones y diseños de esta época, especialmente en las joyas. La primera película con el tema de Cleopatra se rodó ya en 1899, y en 1917 Theda Vara protagonizó la versión dirigida por Gordon Edwards. Anteriormente, en 1891, la famosa Sara Bernhardt interpretó “Antonio y Cleopatra” de Shakespeare. Por otra parte piensa en la relación entre el sueño (las figuras que representa Durrio en sus joyas, en los anillos, por ejemplo, aparecen como dormidas) y la muerte. No es extraño que este artista se inspirara repetidamente en este personaje.
Qué maravilla!!! JUnto a Pepa Poch, Paco Durrio, Gauguin y PIcasso. Os quiero…